Un análisis detallado de uno de los capítulos más cruciales de la Epístola a los Romanos
La Epístola a los Romanos fue escrita por el apóstol Pablo alrededor del año 56-57 d.C., probablemente desde Corinto, dirigida a las iglesias en Roma formadas por creyentes judíos y gentiles. Un factor histórico importante fue la expulsión de los judíos de Roma bajo el emperador Claudio en el año 49 d.C., lo cual provocó que los cristianos gentiles asumieran el liderazgo de las iglesias durante la ausencia de los judíos.
Al ser revocado el edicto en 54 d.C., los judíos cristianos volvieron para encontrar una iglesia mayoritariamente gentil, generándose tensiones entre ambos grupos. Este trasfondo explica en parte por qué Pablo en Romanos enfatiza la unidad entre judíos y gentiles y aborda el estatus de Israel dentro del plan de Dios.
En cuanto al contenido de la carta, Romanos 11 se ubica al final de los capítulos 9–11, una sección donde Pablo analiza la incredulidad de la mayoría de Israel a la luz de la fidelidad de Dios.
El capítulo 11 es el clímax teológico de la sección, antes de pasar en los capítulos 12–16 a exhortaciones prácticas para la vida conjunta de creyentes de origen judío y gentil. Pablo pretende dejar claro que la situación presente (con muchas naciones gentiles entrando al pueblo de Dios mientras Israel en parte está endurecido) cumple el plan de Dios y acabará en misericordia para todos, de modo que nadie puede jactarse y la iglesia pueda mantenerse unida en humildad.
El capítulo 11 de Romanos puede dividirse en cuatro secciones principales, siguiendo el hilo argumental de Pablo:
El estilo literario de Romanos 11 refleja la técnica dialéctica típica de Pablo. Inicia con una pregunta retórica dramática: "¿Ha desechado Dios a Su pueblo?" (11:1), a la que responde con el enfático "¡En ninguna manera!" –expresión griega mē génoito, una negación categórica que Pablo usa repetidamente en Romanos para rechazar proposiciones impensables.
A lo largo del capítulo utiliza este método de diálogo imaginario, planteando objeciones o preguntas para luego refutarlas, manteniendo al lector involucrado en el argumento.
Pablo emplea argumentos "a fortiori" (del menor al mayor):
Estas expresiones de "¿cuánto más...?" refuerzan la idea de que la futura restauración de Israel traerá bendiciones aún mayores.
Pablo sustenta sus puntos con numerosas citas del Antiguo Testamento:
Estas referencias bíblicas enriquecen la retórica de Pablo, mostrando que su enseñanza no es novedad humana sino que está arraigada en el plan revelado por Dios en las Escrituras.
Uno de los temas centrales es la elección soberana de Dios y la existencia de un remanente fiel. Pablo insiste en que Dios "no ha rechazado a su pueblo, al cual desde antes conoció" (11:2). La frase "desde antes conoció" alude a la elección previa de Israel por parte de Dios –una relación pactada de antemano.
Aun cuando la mayoría de israelitas no han aceptado el evangelio, ello no contradice el plan divino, porque nunca fue el propósito de Dios salvar a todos los judíos por mera pertenencia étnica. Como señala un comentarista, "el propósito eterno de Dios nunca contempló la salvación de cada judío étnico", sino que Dios siempre ha obrado mediante un remanente escogido dentro de Israel.
Pablo ya había enseñado en Romanos 9:6-8 que "no todos los descendientes de Israel son [verdadero] Israel", distinguiendo entre la descendencia meramente natural y los hijos de la promesa.
A través de la historia bíblica, Dios reiteradamente elige a un remanente para cumplir Sus propósitos:
La elección aquí es completamente por la gracia de Dios, "y si por gracia, ya no por obras" (11:6). Es decir, el hecho de que algunos judíos (como Pablo mismo) hayan creído en Cristo no se debe a sus méritos ni esfuerzo, sino a la iniciativa misericordiosa de Dios.
En síntesis, Pablo presenta a Dios como fiel cumplidor de Su pacto mediante un remanente elegido (una "elección de gracia"), asegurando que las promesas a Israel no han caído en el vacío a pesar de la incredulidad de muchos.
Otro tema prominente es el endurecimiento parcial de Israel. Pablo reconoce que, junto al remanente creyente, "los demás fueron endurecidos" (11:7). Esta "dureza" o insensibilidad espiritual de gran parte de Israel es presentada a la vez como consecuencia de su incredulidad y como acto judicial de Dios.
En 11:8-10 Pablo cita escrituras que atribuyen a Dios el haber dado a Israel "espíritu de estupor, ojos con que no vean" y una "mesa" (sus bendiciones) vuelta trampa para ellos –lenguaje que refleja un juicio divino permitiendo que la obstinación se apodere de aquellos que rechazaron repetidamente Su mensaje.
El verbo griego usado para "endurecer" en 11:7 (epōrōthēsan) indica "volver insensible, petrificar". De hecho, «"endurecido" (pōróō) es un término médico para describir una callosidad o ceguera», ilustrando la condición de corazones embotados que ya no responden a la verdad.
Pablo aclara que este endurecimiento sobre Israel es "en parte", tanto cuantitativamente (no afecta a todo el pueblo, pues algunos sí creen) como temporalmente (no será para siempre). Dios "ha endurecido" a Israel sólo "hasta que" se cumpla cierto propósito en el plan de salvación (11:25).
¿Cuál es el propósito de ese endurecimiento? Romanos 11 enfatiza que es instrumental y redentor a largo plazo. Por un lado, la caída de Israel abrió la puerta de la fe a los gentiles: "por su transgresión vino la salvación a los gentiles" (11:11). Esto concuerda con la parábola de Jesús del banquete (Mt 22:1-10) donde los invitados originales que rechazan son reemplazados por otros invitados de fuera.
Sin embargo, este no es el capítulo final para Israel. Pablo describe el endurecimiento como parcial y temporal precisamente para afirmar que habrá un levantamiento posterior de Israel.
En resumen, el endurecimiento de Israel en Romanos 11 es un acto judicial de Dios que confirma a los desobedientes en su ceguera, con el propósito de beneficiar provisionalmente a los gentiles y posteriormente revertirse para la salvación de Israel.
Romanos 11 aborda de manera explícita la cuestión del futuro de Israel en el plan de Dios. La afirmación climática "y luego todo Israel será salvo" (11:26) ha suscitado amplias discusiones teológicas.
En el contexto inmediato, "todo Israel" contrasta con "plenitud de los gentiles" en 11:25, sugiriendo fuertemente que Pablo se refiere al pueblo étnico de Israel (los judíos) en su conjunto. A lo largo de Romanos 9–11 "Israel" ha significado consistentemente la nación judía, en distinción de los gentiles, por lo que no hay indicio de que de repente en 11:26 signifique "la Iglesia" o "los elegidos de todas las naciones".
De hecho, Pablo enfatiza que "Dios no ha desechado a Israel étnico", y su carga en estos capítulos es mostrar cómo las promesas a los patriarcas se cumplirán a pesar de la incredulidad presente de Israel. Por tanto, la interpretación más natural es que "todo Israel" apunta a una futura conversión masiva del pueblo judío a Cristo.
Esto no implica necesariamente cada individuo judío, sino la nación como un todo volviendo a la salvación en el Mesías –similar a como se usaba la expresión en el AT para referir un movimiento nacional (p. ej., "todo Israel" en 1 Reyes 12:1 no incluyó literalmente a cada persona, sino a la representación nacional).
Un comentarista lo expresa así: Pablo dice "todo Israel", no "cada israelita", marcando esa diferencia entre una redención corporativa y la salvación individual universal.
Esta futura restauración de Israel está enmarcada por Pablo como parte del "misterio" revelado (11:25). En la teología paulina, un misterio es un secreto del plan divino que estuvo oculto en edades pasadas pero que ahora es revelado en Cristo.
¿Qué elemento del plan de Dios encaja en esa categoría respecto a Israel? No que Dios tuviera propósitos con los gentiles (eso ya lo anunciaban las profecías), sino la manera específica en que Dios orquestaría la salvación histórica de judíos y gentiles.
Teológicamente, la restauración de Israel reafirma la fidelidad del pacto de Dios. Pablo conecta la salvación futura de Israel con las promesas hechas a los patriarcas (Abraham, Isaac, Jacob): Dios eligió a Israel como pueblo santo y Sus dones y llamamiento son "irrevocables" (11:28-29).
La misericordia de Dios emerge como el tema unificador al final del capítulo. Pablo quiere que tanto judíos como gentiles comprendan que nadie puede reclamar derechos ante Dios, sino que todos dependen de Su compasión.
En 11:30-32 recalca que los gentiles, que antes vivían en desobediencia idolátrica, ahora han recibido misericordia debido a la desobediencia de los judíos (que hizo que el evangelio se extendiera fuera de Israel). De modo análogo, los judíos (que ahora son desobedientes rechazando el evangelio) recibirán misericordia a través de la misericordia mostrada a los gentiles.
Esta afirmación equilibra providencialmente la balanza: Dios niveló el campo encerrando a todos bajo el pecado (Rom 3:9, "judíos y gentiles, todos bajo pecado") para que la salvación sea por pura misericordia, no por obras ni por privilegios de grupo.
En la teología paulina, misericordia (éleos en griego) denota la compasión activa de Dios que rescata al pecador de la miseria del pecado. Romanos 9:15-16 ya citó a Dios diciendo: "Tendré misericordia del que yo tenga misericordia", enfatizando que es la misericordia divina –y no el deseo humano o el esfuerzo– la que resulta en salvación.
Podemos observar que la misericordia en 11:30-32 se menciona cuatro veces, subrayando su importancia. Dios "concluyó a todos en desobediencia" (los dejó experimentar las consecuencias de su pecado) "para tener misericordia de todos" – es decir, para que al final nadie se gloríe sino que todos reconozcan que su salvación es un regalo inmerecido del amor divino.
Esta revelación conduce naturalmente a la doxología en 11:33-36. La misericordia de Dios está íntimamente ligada a Su sabiduría inescrutable. Ningún ser humano habría ideado un plan de salvación donde un pueblo elegido cae, otro es injertado, y luego el primero es restaurado, de manera que todos reciben compasión.
En síntesis, la enseñanza de Romanos 11 sobre la misericordia divina asegura que Dios mantiene Su fidelidad a las promesas (por eso Israel no será olvidado) y Su imparcialidad (por eso los gentiles son acogidos), poniendo a ambos en pie de igualdad como recipientes de gracia.
A continuación se examinan algunos términos griegos clave empleados en Romanos 11, junto con su significado original y su uso en otras partes del Nuevo Testamento, lo que ayuda a matizar la exégesis:
Aparece en 11:5: "Así también, aún en este tiempo ha quedado un remanente conforme a la elección de gracia". Léimma significa lo que queda, resto o residuo. Es un término raro en el NT (solo aquí), derivado de la idea de dejar (leípo, dejar atrás).
Pablo lo usa al evocar el concepto veterotestamentario del "resto de Israel" – un grupo de sobrevivientes fieles en tiempos de apostasía nacional. En Romanos 9:27 empleó una palabra relacionada (hupoléimma) al citar Isaías: "aunque los hijos de Israel sean como la arena del mar, solo el remanente será salvo".
Semánticamente, "remanente" destaca la preservación divina de un pueblo fiel contra toda expectativa, subrayando la gracia electiva de Dios que nunca deja "vacío" Su propósito con Israel.
Significa selección, escogimiento. En 11:5 Pablo habla de "la elección de gracia" y en 11:7 distingue entre "los elegidos" (hoi eklogē) que alcanzaron la justicia y "los demás" endurecidos.
El término aparece también en Romanos 9:11 refiriéndose a la elección de Jacob sobre Esaú, y en 1 Tesalonicenses 1:4 ("conocemos vuestra elección por Dios"). Eklogḗ proviene del verbo eklegō (escoger) y está estrechamente relacionado con el adjetivo eklektós (escogido, elegido).
En el NT, ἐκλογή casi siempre se refiere a la elección de personas por parte de Dios para salvación o para un rol específico. Romanos 11 la emplea en sentido teológico-salvífico, enfatizando que el remanente existe por la elección soberana de Dios y no por obras humanas.
Aparece en 11:25: "ha acontecido a Israel endurecimiento en parte". Pṓrōsis significa literalmente endurecimiento, entumecimiento o ceguedad. Proviene de pṓros (piedra de silicio) y originalmente describía la formación de un callo o la pérdida de sensibilidad (usado en medicina antigua para huesos calcificados o tejidos endurecidos).
En sentido figurado, denota la insensibilidad espiritual. En el NT solo se encuentra en Rom 11:25, Efesios 4:18 ("por la dureza [pṓrōsis] de su corazón", refiriéndose a los gentiles no creyentes) y Marcos 3:5 (al describir la dureza del corazón de algunos judíos ante un milagro de Jesús).
En Romanos 11, pṓrōsis describe la condición de parte de Israel que, habiendo rechazado a Cristo, quedó espiritualmente "embotado". Esta palabra refuerza la imagen de que Israel sufre una especie de anestesia espiritual temporal – no percibe la verdad del evangelio, hasta que Dios remueva ese callo del corazón.
Pablo llama mystḗrion al plan revelado en 11:25: "No quiero... que ignoréis este misterio: que ha acontecido a Israel endurecimiento en parte, hasta que haya entrado la plenitud de los gentiles".
En griego clásico, mystḗrion se refería a secretos religiosos reservados a iniciados. En el NT, especialmente en las epístolas paulinas, mystḗrion significa un secreto divino revelado en la era mesiánica. No implica que sea algo enigmático para siempre, sino algo antes oculto que Dios da a conocer en Cristo.
En Romanos 11:25, el término enfatiza que la sabiduría del plan de Dios –incluyendo la temporaria incredulidad de Israel seguida por su salvación– no se conocía plenamente antes y ha sido iluminada a la iglesia a través de Pablo. Es un llamado a la humildad: los gentiles no sabrían este plan si Dios no lo revelara.
Pablo emplea esta palabra dos veces en relación a la salvación de judíos y gentiles. En 11:12: "su caída es riqueza del mundo, y su defección riqueza de los gentiles, ¿cuánto más su plenitud?", refiriéndose a la futura plenitud (lleno cumplimiento) de Israel; y en 11:25: "hasta que haya entrado la plenitud de los gentiles".
Plḗrōma proviene de plēróō (llenar, completar) y literalmente significa "el contenido lleno", "totalidad" o "plenitud". En contexto secular podía usarse para la carga completa de un barco o la tripulación completa.
En Romanos 11, plḗrōma denota la plenitud numérica o consumación de un grupo. "La plenitud de los gentiles" se entiende como la totalidad de gentiles que han de venir a la fe – es decir, cuando el número completo de las naciones se haya incorporado al pueblo de Dios.
Es un término fundamental en este capítulo, especialmente en los versículos 30-32. Éleos significa compasión, piedad, misericordia – la disposición a perdonar y aliviar la miseria ajena.
En 11:30-32 aparece el verbo relacionado eleéō (tener misericordia) repetidamente: los gentiles "alcanzaron misericordia" (eleēthēte) y los judíos "alcanzarán misericordia" (eleēthōsin) por la misericordia concedida a los gentiles; Dios quiere "misericordiar" a todos por igual.
En Romanos 11 la repetición deliberada subraya que tanto la inclusión de gentiles como la futura salvación de Israel son pura misericordia divina. Nadie puede alegar mérito propio; todos necesitan y reciben éleos.
El estudio detallado de Romanos 11 revela una integración magistral de historia, literatura y teología. Pablo, situándose en continuidad con la revelación de Israel, esclarece el misterio de cómo Dios está obrando para salvar tanto a gentiles como a Israel de manera graciosa y sabia.
El contexto histórico ilumina la urgencia de su mensaje para una iglesia dividida entre judíos y gentiles. La estructura literaria y recursos retóricos de Pablo sirven para persuadir a sus lectores de la fidelidad de Dios a Sus promesas y de la necesidad de humildad por parte de todos.
Teológicamente, Romanos 11 explora las profundidades de la elección divina, la realidad del endurecimiento espiritual, la esperanza de restauración para Israel y la sobreabundante misericordia divina que triunfa al final.
Y lingüísticamente, términos como remanente, elección, endurecimiento, misterio, plenitud y misericordia cobran vida al entender su significado en el griego original y su uso en el Nuevo Testamento, reforzando el mensaje: Dios orquesta la redención de la humanidad de forma soberana, fiel y misericordiosa, de modo que toda la gloria sea para Él.