El Hijo de Dios Encarnado
La encarnación representa el misterio central de la fe cristiana: el eterno Hijo de Dios tomando verdadera naturaleza humana. "Y aquel Verbo fue hecho carne, y habitó entre nosotros" (Juan 1:14). Cristo no es un hombre que llegó a ser divino, sino Dios que se manifestó en carne humana.
La Eternidad del Hijo
Él existía desde la eternidad como el Verbo eterno (Juan 1:1). Su declaración "antes que Abraham fuese, yo soy" (Juan 8:58) afirma tanto su preexistencia como su identidad divina, usando el nombre divino revelado a Moisés.
La Encarnación Verdadera
Cristo tomó verdadera naturaleza humana, no una apariencia de humanidad. "Por cuanto los hijos participaron de carne y sangre, él también participó de lo mismo" (Hebreos 2:14). Su humanidad era completa: cuerpo, alma y espíritu humanos, experimentando hambre, sed, cansancio y todas las limitaciones de la condición humana, excepto el pecado.
Propósito de la Encarnación
La encarnación fue necesaria para la redención. Solo como hombre verdadero podía Cristo representar a la humanidad, sufrir la muerte y ofrecer su vida como sacrificio. Solo como Dios verdadero podía su sacrificio tener valor infinito para salvar a todos los elegidos.